Una escultura llamada “Ángeles sin saberlo” se ve en la Universidad Católica de América en Washington el 27 de septiembre de 2020. La escultura de tamaño real, que representa a un grupo de migrantes y refugiados amontonados en un barco, es una réplica de la original que el Papa Francisco inauguró en la Plaza de San Pedro del Vaticano durante la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado de 2019. FOTO DEL CNS/TYLER ORSBURN
¿Quién es nuestro prójimo?
“La familia de Nazaret en exilio, Jesús, María y José, emigrantes en Egipto y allí refugiados para sustraerse a la ira de un rey impío, son el modelo, el ejemplo y el consuelo de los emigrantes y peregrinos de cada época y país, de todos los prófugos de cualquier condición que, acuciados por las persecuciones o por la necesidad, se ven obligados a abandonar la patria, la amada familia y los amigos entrañables para dirigirse a tierras extranjeras”.
Se podría suponer que la cita anterior es del Papa Francisco al referirse a la difícil situación de decenas de millones de refugiados y migrantes en movimiento en nuestro siglo actual. Pero esta cita es del Papa Pío XII en su Constitución Apostólica “Exsul Familia”, del 1 de agosto de 1952. El año 1952 fue apenas siete años después del final de la Segunda Guerra Mundial y todavía había refugiados vagando por el mundo como consecuencia de esa guerra. Es posible que esta época haya presenciado el mayor desplazamiento de personas en la historia del mundo. Se ha dicho que nuestros días, esta tercera década del siglo XXI, a lo mejor estamos presenciando el segundo mayor desplazamiento de ese tipo.
La cita del Papa Pío XII fue incluida en una reciente carta pastoral del Papa Francisco dirigida a los obispos de los Estados Unidos. Desde el comienzo de su papado, que ya lleva doce años, el Papa Francisco ha reconocido la urgencia de llamar a la Iglesia y a las sociedades de todo el mundo a reconocer la crisis en todo el mundo de pueblos que huyen de la guerra, la persecución y la pobreza aplastante. Aunque su preocupación se extiende por todo el mundo, ha sido particular al desafiar a las naciones estables de Europa a abrir sus fronteras y sus corazones a los refugiados de Ucrania, Medio Oriente y África.
Al dirigirse especialmente a los obispos estadounidenses, el Santo Padre constata una “importante crisis” con el inicio de un programa de deportaciones masivas.
Sé que ha habido un coro de protestas de todo nuestro país y de los católicos estadounidenses que afirman que el Papa no debería criticar a los Estados Unidos. Su preocupación por la difícil situación de los migrantes y refugiados es muy anterior a nuestra actual agitación política. Como he señalado, el Papa Francisco se ha dirigido continuamente a las naciones de Europa.
En cuanto al derecho legítimo de un país a proteger sus fronteras y brindar seguridad a su gente, el Papa escribe: “se debe reconocer el derecho de una nación a defenderse y mantener a sus comunidades a salvo de aquellos que han cometido crímenes violentos o graves mientras están en el país o antes de llegar”.
Estas cuestiones están cargadas de mucha emoción y tendemos muy fácilmente a unirnos a un bando y a cuestionar los motivos de cualquiera con quien no estemos de acuerdo. Lamentablemente, incluso hay quienes rápidamente tocan la fibra del racismo para incitar a la gente.
¿Quiénes son los refugiados y los migrantes? Los refugiados son personas que han sido investigadas y en muchos casos han esperado años y años para ingresar legítimamente a los Estados Unidos. Nuestra propia oficina de Caridades Católicas había sido aprobada para recibir y reasentar a cien refugiados en Kentucky occidental este año, pero todo eso ha quedado suspendido por el momento.
En los últimos años muchas personas más han llegado a nuestro país como migrantes y muy a menudo no han entrado al país legalmente o han permanecido más tiempo de su permiso legal. Pero el Papa Francisco desafía a los obispos de los Estados Unidos a guiar a nuestro pueblo a reconocer que muchos de ellos “han dejado su propia tierra por motivos de pobreza extrema, de inseguridad, de explotación, de persecución o por el grave deterioro del medio ambiente”.
La inmigración no es un problema que no tenga solución, pero nuestra política fallida siempre parece evitar soluciones genuinas. El Santo Padre recuerda que el desafío que suponen decenas de millones de refugiados y migrantes en el mundo actual exige que las naciones trabajen juntas. Nos llama, como cristianos, a fundamentar nuestro debate y nuestras soluciones afirmando la dignidad infinita de todas las personas, todas creadas a imagen y semejanza de Dios.
El marco de nuestra consideración es la parábola del Buen Samaritano que se encuentra en el capítulo décimo del Evangelio de Lucas. Presenta un ideal muy alto. El samaritano no tenía ninguna obligación legal hacia el hombre que había sido robado y golpeado. Podría haber “pasado al otro lado” como lo hicieron el sacerdote y el levita. Pero la parábola dice que el samaritano, al verlo, tuvo compasión de él.
Jesús contó esta parábola en respuesta a la pregunta: “¿Quién es mi prójimo?” Después de relatar la historia, Jesús preguntó: “¿Quién de estos demostró ser prójimo del hombre?”
Esa pregunta es para cada uno de nosotros y para nuestra nación: “¿Quién es nuestro prójimo?”
Obispo William F. Medley
Diócesis de Owensboro
Originalmente publicado en la edición de marzo de 2025 del Católico de Kentucky Occidental.