Fr. Stephen Van Lal Than

CNS FOTO/VATICAN MEDIA

Razones para nuestra esperanza

Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Existe una antigua tradición en la Iglesia católica de celebrar algunos años como Años Santos, también conocidos como Jubileos. Históricamente estos se han designado en los últimos siglos al menos cada 25 años, marcando los cuartos de siglo. La Basílica de San Pedro y todas las demás basílicas principales de Roma tienen una puerta especial que se abre ceremonialmente sólo durante el Año Santo. Desde hace siglos, el Año Santo era un momento para hacer una peregrinación a Roma y las puertas designadas eran lugares de paso simbólico para cumplir la peregrinación y recibir las indulgencias especiales asociadas al camino y la oración.

2025 es un Año Santo. Comenzó formalmente en la Nochebuena de 2024 con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro. El año se extenderá hasta el 6 de enero de 2026, fiesta de la Epifanía. Nuestra participación local en el Año Santo comenzó en la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, cuando presidí la Misa en la Catedral de San Esteban el pasado 29 de diciembre.

El Santo Padre designó un tema para el Año Santo y ese tema es la Esperanza. La esperanza es un tema común en la Biblia y el Papa Francisco hizo referencia específicamente a un pasaje de Romanos 5, 5: “la esperanza no defrauda”. Otras traducciones pueden decir: “Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado”.

El Papa Francisco, en la proclamación del Año Santo, escribió: “Durante el Año Santo… ha de procurarse que el Pueblo de Dios acoja, con plena participación, tanto el anuncio de esperanza de la gracia de Dios como los signos que atestiguan su eficacia”.

“Todos esperan”, escribió el Papa. “En el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana”.

En nuestro mundo marcado por la guerra y la violencia, el racismo y el desprecio por el otro, el tema de la esperanza viene en un momento oportuno para todos los creyentes. Oímos a mucha gente decir, y quizá lo digamos nosotros mismos, que vivimos divisiones en nuestra sociedad, e incluso en nuestras familias, como nunca antes. Sin embargo, la esperanza es una virtud que debemos buscar, así como las virtudes de la fe y la caridad. La esperanza es un don de Dios, pero los dones deben aceptarse y luego utilizarse y compartirse.

El Papa Francisco pregunta cómo podemos difundir esperanza y cultivar signos de esperanza. El mes pasado pidió a las naciones del mundo que eliminaran la pena de muerte, para que los presos pudieran mirar al futuro con esperanza y confianza renovada. Además, instó a ofrecer esperanza a los enfermos, a los jóvenes y a los ancianos, a los migrantes y a los pobres.

El Papa insiste en que la esperanza cristiana para cada persona humana, enraizada en la muerte y resurrección de Cristo, apunta a nuestro destino final, la felicidad eterna con Dios en el cielo.

Cada persona puede encontrar abundantes razones para no abandonar la esperanza. Este Año Santo nos da a todos un motivo y una oportunidad para volver a mirar, para considerar de nuevo, lo que Dios ha prometido y para abrazar la esperanza para nosotros en esta vida, pero más aún en la vida eterna.

Que Dios los bendiga a todos,

Obispo William F. Medley
Diócesis de Owensboro


Originalmente publicado en la edición de enero de 2025 del Católico de Kentucky Occidental. 

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