Fr. Stephen Van Lal Than

ELIZABETH WONG BARNSTEAD | WKC 

Un mensaje del Obispo Medley: Unidad y Presencia Real

Aquí en los Estados Unidos estamos en el segundo año de un Avivamiento Eucarístico de tres años.

Una de las cosas que provocó este proceso fue cuando hubo una encuesta muy publicitada que sugería que una gran mayoría de católicos estadounidenses no creían en la antigua enseñanza de la Iglesia sobre la Presencia Real de Cristo en la Sagrada Eucaristía.

Ciertamente es muy preocupante. Pero como ocurre con tantas encuestas, inmediatamente quise saber más, quería mirar un poco más de cerca y más profundamente.  Quería preguntar si todos los que respondieron a la encuesta estaban considerando la misma pregunta, si entendían el mismo significado de “Presencia Real”.

Reconozco que, si bien comparto la observación de que hay bastante para estar preocupados, como sacerdote y párroco observé algo un poco distinto.

He observado la oración de personas de todas las edades que asistían a Misa y particularmente la reverencia mostrada cuando se acercaban para recibir la Sagrada Comunión. Noté la participación activa en las acciones de la asamblea unida en este momento y cómo se concentraban en la oración privada. Observé personas de oración y santo temor venerando el Santísimo Sacramento.

Observé a personas teniendo un encuentro verdadero con Jesucristo en unidad, como una Iglesia.

Encuestas y estudios posteriores han demostrado que con definiciones más claras y una comprensión del significado, un porcentaje mucho mayor de católicos afirma creer que Cristo está verdadera y realmente presente en la Eucaristía.

Ahora bien, todo esto plantea la pregunta ¿por qué tantos católicos, si creen en esta Presencia Real, no asisten a la Misa los domingos con mayor regularidad?

Por eso hoy quiero hablar un poco sobre la presencia de Cristo en la Eucaristía – en la Misa.

En la Misa hay muchas maneras en que encontramos a Jesús.

Encontramos a Jesús en las Sagradas Escrituras, creyendo que Jesús se manifiesta poderosamente en la Palabra de Dios. Tratamos esa Palabra con reverencia: el leccionario y el libro de los Evangelios se tratan con respeto. Los lectores deben estar bien preparados. El ambón, (el púlpito), es un elemento noble que habla del lugar de la Santa Palabra. Cristo se revela en la Palabra cada vez que es proclamada.

El altar mismo indica la presencia de Cristo. No es sólo una mesa cualquiera. Es una mesa creada y designada con un propósito. Es un objeto de deferencia, magníficamente ilustrado por el gesto del sacerdote que besa el altar cuando se acerca y lo vuelve a besar después de la bendición y la despedida.

La asamblea misma es Cristo presente. Existe una definición popular de la Iglesia: “Aquí vienen todos”. Jesús dijo: “Siempre que dos o más se reúnan en mi nombre, allí estaré”.  

El sacerdote, el que preside, nos muestra otra manera más de ver a Cristo. Elegido entre la Iglesia, el sacerdote es un “alter Christi”, otro Cristo. Ofrece el santo sacrificio en nombre de todos nosotros y proclama el Evangelio del Señor. Entonces, se pueden encontrar múltiples manifestaciones de Cristo.

Quizás se pregunten por qué hablamos de Cristo presente en las especies de pan y vino como “Presencia Real”. Bueno, tenemos las Palabras de Jesús que han sido atesoradas por la Iglesia desde la época de los apóstoles.

En la Misa, el sacerdote reza: “Porque él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: ‘Tomen y coman todos de él, porque esto es mi cuerpo, que será entregado por ustedes’. Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, dando gracias te bendijo, y lo pasó a sus discípulos, diciendo: ‘Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía’”.

Bueno pues, podemos estudiar teología y leer libros de todas las edades sobre la Eucaristía y la Presencia Real. Sin embargo, todo se reduce a la fe. Todo se reduce a ese mandato: “Hagan esto en conmemoración mía”.

Muchas veces, cuando enseño a los adolescentes acerca de los sacramentos, hablo con ellos sobre los signos externos del sacramento. Les pregunto, ¿qué ven con sus ojos en el altar antes de acercarse para recibir la Sagrada Comunión?

Generalmente responderán, la Eucaristía. Y yo digo que no, con sus ojos ven el pan y el vino. Es con la fe que se ve la Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Hay una gran diferencia. Y recuerden que la fe es un don.  Y un don debe ser aceptado.

Pero ¿por qué aceptar este don, este don absurdo que nos pide que creamos en algo tan absurdo que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo?

Es tradición sagrada desde la noche de la Última Cena. Es el signo eterno que Jesús eligió dejar con nosotros. Es un don aceptado tanto por los santos como por los pecadores, unidos en Cristo, que confían en el amor y la presencia eternos de Dios.

Presencia Real.

Obispo William F. Medley
Diócesis de Owensboro

Current Issue

Publisher |  Bishop William F. Medley
Editor |  Elizabeth Wong Barnstead
Contributors |  Riley Greif, Rachel Hall
Layout |  Rachel Hall
Send change of address requests to [email protected]